Cuando estaba en 3° grado d primaria, año en q celebraría mi Primera Comunión, un aviso fue repartido en los salones: todas las mañanas, antes d q empezara la tutoría, habría un pequeño momento de oración en la Iglesia, a cargo d una madre de la congregación. Y la pequeña Cristal, entusiasta, empezó a asistir con cierta regularidad a las oraciones mañaneras q la Madre Cäcilia les ofrecía a las pocas pequeñas q se animaban. En esa época fue quizás obligatorio, pero poco a poco fue disminuyendo la cantidad de feligresas. Mas siempre hubo una que quedó fiel a los cantos y rezos (Siempre parecidos) y esa fue Cristal.
Pasó el tiempo, hice mi Primera Comunión, pasé a 4° grado y seguí yendo a las reuniones matutinas. La madre Cäcilia, una monjita de cabello blanco y ojos más celestes, brillantes y profundos q el cielo de verano más despejado, con su acento alemán y su voz aguda, cantaba la misma canción antes de terminar la reunión y las niñas se despedían d ella con un besito. Al parecer se sentían bien congraciándose con la religiosa. Mas Cristal y un par más realmente sentían la devoción y hasta la vocación d seguir yendo, sin escuchar las burlas d compañeras que preferían hablar de barbies y fiestas. Cada vez q podía y no estaba tarde, procuraba ir: me escapaba de mi salón o antes d entrar realizaba la misma rutina. Pero eran tan pocas las chicas q querían rezar en las mañanas q el grupito d oración se canceló y la Madre rezó solita x mucho tiempo.
Un tiempo después me enteré d q habían reabierto el grupito de oración y aunque ya mucho más grande q el resto, Cristal volvió a ir aunque sea para saludar a la madre. Cada vez q escuchaba los pasos d alguien entrando x atrás, la Madre y las pequeñas feligresas volteaban la cabecita, y cuando se daba cuenta d q era yo, abría los ojos en una expresión d alegría q los hacía brillar mucho más, y las niñas me miraban con curiosidad. Para qué, tenía 13 años y me daba mucha vergüenza ser tan grande y tan estúpida, pero había algo q me impulsaba a seguir yendo, a pesar d sentir miedo d ser el punto d burla de las alumnas pequeñas q me veían entre ejemplo y extraña, y las grandes q me veían como una futura religiosa. No sabía si eso era lo q quería para mí, y en cierta forma al principio no me molestaba serlo. Pero era incómodo q con cada actitud comentaran q “ahí iba la religiosa”, con cara de sufrimiento, rezando por la paz mundial. Quizás por eso dejé d ir... La vergüenza y la edad pudieron mucho más, y ya eran pocas las veces q encontraba “tiempo” para rezar en la mañana y despedirme cuando tocaba la campana con la misma canción a la Virgen María.
Fui creciendo, pasé muchas cosas, la Madre asistía a las actuaciones y a veces me reconocía en ellas. Y cada vez q me veía en el patio, en los recreos, se alegraba y hasta exhaltaba, decía mi nombre en voz alta y yo trataba d ser cortés con ella y hasta le conversaba un ratito en alemán, como tratando d practicar y hacerla sentir más cómoda. Pero me sentía observada por miles d ojos curiosos q seguro se preguntaban q hacía una alumna conversando con una monja. Desgraciadamente en mi época ya estaba muy lejano el mundo estudiantil del mundo de las religiosas, sólo un par daban clases. Y cuando me acordaba, o no tenía sueño, o no tenía vergüenza o sabía q el grupito estaba abierto, iba, aunque sea me persignaba y saludaba a la Madre Cäcilia, q siempre abría sus inmensamente celestes ojos y decía mi nombre. Sin embargo, conforme pasaba el tiempo, la madre se iba olvidando de mi nombre, pero cada vez q veía mi cara sonreía.
Pasó el tiempo, yo ya no era más una colegiala y ya tenía asegurado un lugar en una de las universidades más grandes de Lima. Hubo una ceremonia en conmemoración de las bodas d oro de otra madre de la congregación, y la Madre Cäcilia estaba recibiendo saludos. Me acerqué. Ella pareció reconocerme, y cuando le volví a decir mi nombre empezamos a conversar. “Y vas a estudiar algo?”, “Sí, madre, ya entré a la universidad y voy a estudiar medicina”. “Medicina! Q bonito! Y por qué medicina?”, “Xq creo q esa es la forma en la q quiero ser útil a la gente”,”Pero... y por qué no te metes al convento y sigues una carrera religiosa, aquí en el colegio?”, “No Madre, lo pensé mucho pero me he dado cuenta de que quizás soy más útil siendo doctora”. Se despidió un poco seria, el brillo de sus ojitos celestes se apagó un poco. Sé q fue un golpe bajo y la decepcioné muchísimo.
La volví a ver muy contadas veces. Muy poquitas. Nunca aproveché siquiera para conocerla mejor. Mi vergüenza y mi miedo eran muy grandes. Sabía q ella tenía aspiraciones para conmigo, y no quería desilusionarla más.
Hoy, cuando estaba en el bus camino a mis clases de canto, me llegó un mensaje de Valeria. “La Madre Cäcilia se murió. La están velando en la Iglesia del cole, si puedes anda”. Obviamente, fui.
Habían 3 personas. El ambiente estaba pesado. Me dolió la cabeza un poco. Había una foto d ella en la puerta, y un ataúd delante del altar, rodeado de flores. Al fondo, las imágenes de Santa Úrsula y Santa Ángela, cada una a cada costado d la Virgen María cargando a un Jesucito, parecían más reales q otras veces. La presencia d la Madre Cäcilia, una sombra más joven, con el pelo corto y tirado hacia atrás sólo q no blanco sino amarillo, me miró, abrió los ojitos celestes pero sin brillo y me agradeció la visita. “Q bueno q tú sí me ves. Q está pasando? Acaso me morí?”, “Madre, es sólo un cambio, ahora puedes estar más cerca de quien tanto amas y a quien has servido por toda tu vida, ve a la luz”. Vi a una d las madres q se acercó al ataúd y le tocó la carita, luego se sentó en la primera fila y una profesora q estaba más adelante de mí se le acercó y le dio consuelo. “Madre, el dolor aquí pasará, ahora es tu oportunidad de pensar en tí y ser feliz. Nosotros vamos a entenderlo”. Ella sonrió un poco triste.
Sólo había una persona aparte de mí. Y me daba vergüenza hacer lo q me había nacido hacer, porque quería hacerlo completamente sola en la Iglesia. Pero como empezaron a entrar más personas, me paré, me acerqué al ataúd (Mantuve mi distancia xq no me gusta ver muertos), despejé un poco mi garganta y entoné, bajito, la canción q ella siempre cantaba cuando terminaba la oración de las mañanas:
“María tú eres mi madre, María tú eres mi amor, María madre mía yo te doy mi corazón. María madre mía yo te doy mi corazón”.
Rápidamente dí media vuelta y me fui, con los ojos medio mojados y muerta de vergüenza, sobretodo xq la profesora q estaba cerca del altar pareció emocionarse con la canción. Me dio pena saber q no iban a haber más oraciones en las mañanas. Y tb me dio un poco d envidia, c adelantó y ahora no tiene q soportar todo lo q pasa aquí. Tiene tanta suerte...!
Madre Cäcilia, pensé mucho en ser religiosa. Es un estilo de vida muy respetable, muy tranquilo y estoy segura d q así habría podido filosofar cuanto quisiera sin temor a lo q me digan los demás, como ahora. Habría sido encantador estar en ese estado de ser yo misma todo el tiempo, más lejos de la tierra y más cerca del cielo, aunque sea en espíritu. Pero sé q esa no es la forma en q debo pasar el resto de mi vida. Necesito moverme, actuar, no quedarme en un claustro rezando todo el día. Necesito sembrar, cosechar, dar mi mano y mi brazo si es necesario. Esa es la forma en q creo q debo pasar el resto d mi vida y servir a los demás. Me hubiera gustado haberte hecho sentir orgullosa de mí y d lo q soy, después d todo tu me enseñaste a rezar, a acercarme sin miedo al cielo y a creer en q todo puede ser bonito si lo ves con amor. No recuerdo haber ido muchas veces a rezar contigo, pero d las pocas veces q fui pude aprender q amar sin medida es posible. Porque eso es lo q tú hacías. Tus ojos más brillantes q un diamante y más celestes q el cielo al mediodía me lo decían. Tu voz, cantando con devoción y tus oraciones llenas de dulzura me hicieron entender q era posible. Y t agradezco x haber estado ahí aunque sea de lejitos para mostrarme ese camino.
1 comentario:
Joder...en serio pesabas meterte en un convento?¿ :S no te imagino ahi...Mejor de medico ordenandome ami que ponga enemas y que pinche a todos los pacientes xD
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